Aún así, siempre me refugié en los libros y en no destacar mucho. Sobre todo porque guardaba sólo para mí un secreto: el de acceder a la información que llega de manera “intuitiva”. Por no sentirme diferente, este “rollito brujil” lo escondí 28 años. Y aunque así encajaba mejor en la galería, la sensación de vacío interno siempre quedó ahí.

Por todo lo alto además: a nivel nacional y en los grandes medios de comunicación de mi país. Ahí descubrí el verdadero poder de la emoción y de la palabra . Que lo que decimos y cómo lo decimos puede transformar al otro. Que hay mente, obvio…, pero que también somos CORAZÓN Y TRIPAS. Parece que en esto la ciencia ya da puntadas con un montón de hilos.

En 2010, tras el primer diagnóstico de cáncer de mi padre que me removió los cimientos, quise saber qué había detrás de nuestras historias personales. Así que decidí estudiar, profundizar y hacerme experta no sólo en comunicar, sino en todo lo que la intuición, el cuerpo, la neurocepción, el sistema nervioso, las creencias o la herencia familiar nos dice de nosotras mismas. Y es que a veces (muchas) todo esto nos aleja de quiénes somos, repitiendo patrones una y otra vez… Por eso sé lo importante que es tener herramientas para poder salir de ahí de una vez por todas. Lo he vivido en mi propia piel.

Fácil no ha sido. He tenido miedo, ansiedad y tres relaciones que me dejaron en las raspas. Me he quedado huérfana. También sin pasta.

Pero, ¡hey!, también he integrado que la belleza estaba y sigue estando en la imperfección. Y lo he hecho porque he aprendido a marcar mis límites, a ser auténtica y a valorar lo chiquito, incluso cuando las cosas se ponen difíciles. Sin bypass espirituales (por favor). Sin nada de nada. Yo-con-mi-go.

Algo que sé que tú también aprenderás 🙂

He tenido el honor de caminar junto a otras mujeres en su propio viaje de
autodescubrimiento, de ver cómo florecen y se transforman ante mis ojos. Cada historia, cada metamorfosis, es un recordatorio de la fuerza, la plenitud y la belleza que reside dentro de cada una de nosotras.

Como la de Bárbara, que aprendió a ponerse en valor en sus relaciones de pareja y a vivir feliz sola. La de Maigua, que comprendió que podía ser inspiración para otras mujeres y crear su propio movimiento internacional. La de Vero, que conectó con su sensualidad y dejó atrás esa necesidad de ser perfecta. O la de María, que decidió dar el salto, salir de una multinacional y empezar a conectar con lo que siempre le había gustado: lo natural y la conexión con las personas.

He llamado a esta forma de estar en el mundo INTROVISIONAR. Introvisionar es un acto de amor a nosotras mismas… Es aprender a ser dentro para estar fuera. Es hacerlo a tu ritmo, sin parches psicomágicos. Con todo el dolor, pero también con toda la/tú verdad. Sabiendo que no hay certezas. Y que a veces hay que ir detrás de aquello que es tan necesario como el aire que se respira.

Llámame ilusa, pero yo creo en la magia del «Abracadabra» que, según leí, proviene del arameo y significa «yo creo como hablo». ¿Qué tal entonces si aprendemos a hablarnos, a comunicarnos, a cuidarnos y a sentirnos como la Rocío, la Bárbara, la Maigua, la Vero o la María que realmente somos?

Te invito a que inviertas 5 minutos de tu tiempo en “Descubre tu esencia interior”: un test rápido y sencillo que revelará tu propio yo. Si te sientes perdida o desconectada de tu verdadera esencia, ¡inicia tu transformación ahora mismo!