Es un atropello. O un accidente.

Es una locura. La cordura más insana que he escuchado jamás.

 

Es la barbarie puesta sobre la mesa, sin que nadie se haya sentado a almorzar… porque no hay apetito, ni ganas. Solo un deseo agarrado a las minúsculas partículas que pueden detectar el sufrimiento.

Minúscula también es ella.

A.

 

tumblr_mcyyh1gy4k1qat9leo1_500Bella. Rubia mucho antes de que a sus células les diera por abrirse paso en su cuerpecito aún temblón. Con unos ojos que hablan pero también callan mucho. Su cabeza, un enjambre de ideas. Su corazón, un volcán.

Sé que algunas razones parecen no tenerla en absoluto. Saber que A. no calzará tacones ni será la doctora que imagina, amenaza a mi propio sentido común. A. no lo sabe, pero se muere. Todo lo que irradia tiene cada vez un margen más chiquito, pero nada le resta brillo. Que sé que todos nos vamos apagando un poco cada día. Pero hay crónicas que una no quiere ver en el cementerio. Más aún cuando hace tan poco que A. llegó a levantar un palmo del suelo.

Sin embargo, su vendaval de vida es tan sugerente que nos lleva a respirar con fuerza al resto. Eso nos enseña… Porque la escuela no es donde suena la campana. La escuela es aquí y es lo que se aprende desde que abrimos los párpados hasta que los cerramos por agotamiento, cada día.

A. lo entiende. Y quiere que yo lo entienda. Se desgasta en hacérmelo saber… Lo hace sin pena y con tanta alegría que más que una cría parece un ángel de esos que dibujaba Miguel Ángel. A. sacada de la mismísima Capilla Sixtina. Eso es ella: una obra de arte.

A. no sabe que se nos esfuma… Los días son para ella así más largos y el dolor para nosotros más caduco. Y sus palabras pueden y podrán llegar más lejos, fuera de ese imaginario que rodea la tristeza de saberte inerte antes de tiempo. Porque sus palabras sanan… y su risa también. Quizás no tanto a ella como a nosotros, que aprendemos a estar más vivos a su lado. Que aprendemos también a estar, ser y jugar a sentir todo aquello que quizás (¡qué triste!) lo tengamos prohibido.

Ella cura. Lo intuye. O quiero creer que lo intuye. Porque no hay belleza que se compare a su respiración ahora… y a la que viene detrás. Verla desmayarse por la noche y que resucite al día siguiente. Ay… A. me ayuda a pensar en mañana… pero desde donde yo misma lo hacía cuando tenía su edad. Mañana tiene que ser la fe, y hoy la confianza. Mañana tiene que ser mi voluntad, y hoy la confianza. Mañana tiene que ser la compasión, y hoy la confianza. Confianza a que todo eso será posible porque también hoy es posible… Y si otros pueden, yo puedo. Y si otros quieren, yo también quiero. Y si otros han venido a poner alas al mundo, yo necesito aprender a hacerlo.

El tiempo es un enemigo para muchos. Tanto que intentan restarle poder controlando las arrugas que saldrán tarde o temprano.

Pero A. verá crecer a través de otros ojos, los nuestros, los de los que nos iremos quedando aquí. Y el tiempo visto así es un bombón de café con nata (mis favoritos) que uno saborea muy lento en los labios. El tiempo, me enseña A., es oro. El tiempo es margen para olvidar los miedos. El tiempo es valor para acercarte a la verdad de lo que tú eres. El tiempo es lo que se escapa, por mucha espuela que claves a tu pereza. El tiempo es el aterrizaje forzoso. El que te cuida a su manera, no como te hubiera gustado. El tiempo es amor.

Y el amor a tu tiempo, parafraseando al príncipe más pequeño del mundo, y no el tiempo en sí, es lo que lo hace realmente hermoso…

A. es su ahora. No creo que lo piense… pero yo, que tengo la suerte de contar con más días aquí que ella, sí lo hago. A. es ahora, y es feliz. No busca tener la partida en marcha para serlo: ya moviendo las fichas siente que hay algo que le hace disfrutar mucho de esto.

Pude que sea tan simple como eso. La felicidad no es lo que se busca. No es cómo se busca. La felicidad no es. No se para ni se mueve. Va mucho más lejos y está mucho más cerca… Porque la felicidad es cómo se siente. Y solo con sentir, ya estás parando el tiempo, parando al mundo  y multiplicando el amor. Un amor que A. lanza indiscriminadamente sin importarle las víctimas; porque solo quien ya nada pierde, tiene el valor de amar sin condiciones, a todas horas y en cualquier rincón.